Hoy no es viernes pero casi.
Mañana, 8 de setiembre, es el día de Nra. Sra. de Consolación, Sta. Patrona de Utrera. Y para celebrarlo hay feria. Nada mejor que una acumulación de excesos para conmemorar a una VIRGEN madre de un señor con barbas que decía ser redentor, maestro y salvador.
Dejando aparte filisofadas del todo a cien, eso significa puente tipo Golden Gate. Porque en Utrera se lo montan bien. No como en Catetópolis, donde se organiza "la mejor feria del mundo". Esa feria que los aborígenes no podemos disfrutar. Porque no hay festivos. Con dos cojones.
Pero ahora mismo me la trae a barlovento. Mañana no hay despertador. Eso es lo que cuenta. Al carajo las ferias.
Así que hoy he podido disfrutar de una siesta de almohada y pijama; aunque no lo he hecho. He estado demasiado ocupado intentando resolver serias chorradas en La Buhardilla.
Soy consciente de que el término serias chorradas es inconsistente en sí mismo. Pero todos hemos vivido alguna vez una situación incómoda provocada por una ridiculez. Todos.
En algún momento de nuestras vidas hemos dicho/hecho algo que ha molestado alguien. Sin que lo pretendiésemos. De forma inconsciente, sin maldad, sin motivo, sin neurona ni razonamiento que nos ampare. Simplemente hablar por decir algo. Por no quedarnos callados.
Pero eso no implica inocencia. Y ante la culpa hay que responder con decencia. Eso que escasea tanto hoy día. La decencia y la honradez. El reconocer que te has equivocado. Te cueste lo que te cueste.
Como nuestros políticos, pero a la inversa.
Volvamos al principio. Mañana no hay despertador para mí. Y me he saltado la siesta. Hasta que a las 20:15 me he sentado delante de la tele. Argentina - Brasil.
No lo he hecho antes (debería haber estado ahí a las 20 h) por las anteriormente citadas obligaciones. Y me he arrepentido de las obligaciones. ¡Vaya partido! El mejor que he visto hasta ahora en el Mundial.
Y es de vergüenza que mientras esa panda de bandoleros de dos metros que son los rusos juegan los cuartos de final, Brasil tenga que irse a su casa.
Porque los brasileños juegan a baloncesto. Los rusos no. Y no vale la excusa de la ausencia de Kirilenko o Khryappa. Quien más y quien menos tiene importantes faltas en sus equipos.
No me extraña que Blatt se vaya pasado mañana. Con esa zahúrda que tiene que dominar es imposible entrenar. Por mucho potencial que tengan, y siempre tendrán, los rusos. No saben jugar a baloncesto.
Pero quien sabe jugar es Luis Scola. Sobran los adjetivos. Porque es él quien los pone. En la pista, donde hay que hacerlo.
Y aquí mi llamamiento a sus señorías (o como coño tengan el gusto de denominarse) concejales de Vitoria: rotulen una calle de su ciudad con el nombre de este argentino que militó durante cinco años en el TAU. Porque se lo merece.
Y porque seguro que en Vitoria hay, como en cualquier ciudad española, calles dedicadas a politicuchos de medio pelo, aristócratas indeseables, religiosos de cuarta fila y médicos locales mediocres que no merecen tal distinción.
Resérvenle una calle a Luis Scola. Pero una calle importante. Nada de nueva urbanización a las afueras. Seguro que hay alguna calle céntrica que lo merece. Y más de dos.
Si hay tres calles así tengan en cueta a Pablo Prigioni y Tiago Splitter.
Y reserven otra para Marcelinho. De apellido Huertas.
Cambio y Corto Ep.02
Hace 14 años
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