Amaneció buen día y tenía programado limpiar el piso. Al menos parte de él. Pero ante el reclamo del sol la bayeta se queda pequeña y anodina. No te llena. La promesa de rayos solares sí. Eso satisface a cualquiera.
Y antes de atacar la detritus de la cocina llaméa mi MADRE para tomarnos algo a
medidodía. Dos cervecitas, dos montaítos y pacasa. Lo normal.
Pero nunca es "normal" cuando quedo con mi madre. Al final siempre acabamos de aquella manera. Ella acude, más tarde que nunca, al "A mí no me pidas más cerveza" pero al final trasiega más que yo. Vale, es mentira. Siempre bebo más que ella.
Y siempre acude a su tradicional "Niño, come que ya has bebido mucho". Como si ella estuviese ingiriendo agua. Aunque sea cerveza. Que como decía mi abuela, su madre: "La cerveza no tiene alcohol, el vino es de borrachos".
Pero sea vino o cerveza el hecho es que tomarte unos tragos con tus progenitores tiene, cuando llegas a cierta edad, algo distinto, diferente, extraño, cuasiapocalíptico. Porque tus padres dejan de ser padres y se convierten en personas.
Y te enteras de cosas que jamás habrías imaginado...Que han hecho lo mismo que tú, que han cometido las mismas locuras que tú, que han caído en los mismos errores que tú, que, al fin y al cabo, por mucho que sean tus padres son personas. Y son como tú. Mejor dicho, eres como ellos.
Benditos padres.
Cambio y Corto Ep.02
Hace 14 años
Yo también voy a intentar emborrachar a mi madre a ver si es cierto que soy como ella, pero lo dudo.
ResponderEliminarAhora en serio, es un post precioso, muy emotivo