Hubo una vez un señor con barbas y túnica que se cansó de que a sus hermanos les puteasen y esclavizasen los egipcios, esa gente que andaba de lado y moviendo los brazos de forma rarilla. Así que se plantó ante su hermanastro, que era faraón de los Egiptos, y le dijo algo así como "Quillo, que me cojo a mi peña y me piro".
El de las barbas, que se llamaba Moisés (su hermanastro no sé, pero tenía toa la cara de Yul Brynner) se pilló el bastón, reunió a su pueblo (el de Israel) en la Plaza Mayor del pueblo y les dijo "Venga, carretera y manta, que nos vamos a la Tierra Prometida".
Y todos fueron tras él. Tras el señor con barbas. Como pa no seguirlo, con esas barbazas que lucía el tío y ante la promesa de algo mejor.
Nadie sabía qué diantres era la Tierra Prometida ni por donde caía, pero siguieron al Moi porque ellos eran el Pueblo de Israel, el Pueblo Elegido.
Así que se pusieron en marcha mientras a los que andaban de lado se les teñían las aguas de sangre, les llovían ranas y demás mierdas apocalípticas.
Y cruzaron las aguas sin mojarse los pies, quemaron sus becerros de oro, comieron meteoritos con sabor a pan ázimo y demás sandeces legendarios. Al fin y al cabo, que las pasaron putas en su búsqueda.
Pero lo más importante de todo es que aún sin saber a dónde iban sabían quiénes eran y porqué lo hacían.
Yo soy una pequeña parte del Pueblo Denostado, del Pueblo Ignorado, del Pueblo en La Sombra, del Pueblo Desconocido. Soy podcaster.
A diferencia de cualquier Israelita no sé quién o qué soy. No sé qué es un podcaster, ni qué es un podcast, ni a dónde tenemos que ir. Ni siquiera creo que tengamos que definirnos de forma enciclopédica o justificar los porqués de nuestra afición. Estoy convencido de que nada de eso es necesario.
Hago esto porque me gusta. El resto de explicaciones me sobran. Cuando deje de gustarme andaré da lado moviendo los bracillos de forma extraña.
Paso de moiseses, de becerros, zarzas en llamas y tierras prometidas. Hago podacst porque me gusta.
Aunque me cueste el dinero.
El de las barbas, que se llamaba Moisés (su hermanastro no sé, pero tenía toa la cara de Yul Brynner) se pilló el bastón, reunió a su pueblo (el de Israel) en la Plaza Mayor del pueblo y les dijo "Venga, carretera y manta, que nos vamos a la Tierra Prometida".
Y todos fueron tras él. Tras el señor con barbas. Como pa no seguirlo, con esas barbazas que lucía el tío y ante la promesa de algo mejor.
Nadie sabía qué diantres era la Tierra Prometida ni por donde caía, pero siguieron al Moi porque ellos eran el Pueblo de Israel, el Pueblo Elegido.
Así que se pusieron en marcha mientras a los que andaban de lado se les teñían las aguas de sangre, les llovían ranas y demás mierdas apocalípticas.
Y cruzaron las aguas sin mojarse los pies, quemaron sus becerros de oro, comieron meteoritos con sabor a pan ázimo y demás sandeces legendarios. Al fin y al cabo, que las pasaron putas en su búsqueda.
Pero lo más importante de todo es que aún sin saber a dónde iban sabían quiénes eran y porqué lo hacían.
Yo soy una pequeña parte del Pueblo Denostado, del Pueblo Ignorado, del Pueblo en La Sombra, del Pueblo Desconocido. Soy podcaster.
A diferencia de cualquier Israelita no sé quién o qué soy. No sé qué es un podcaster, ni qué es un podcast, ni a dónde tenemos que ir. Ni siquiera creo que tengamos que definirnos de forma enciclopédica o justificar los porqués de nuestra afición. Estoy convencido de que nada de eso es necesario.
Hago esto porque me gusta. El resto de explicaciones me sobran. Cuando deje de gustarme andaré da lado moviendo los bracillos de forma extraña.
Paso de moiseses, de becerros, zarzas en llamas y tierras prometidas. Hago podacst porque me gusta.
Aunque me cueste el dinero.
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